Los ingredientes insustituibles de la comicidad que esgrime Varela son la ingenuidad, la picardía, el doble sentido y el desatino.
Espontáneo, campechano, descontracturado, se siente como pez en el agua en los escenarios de todo el país. Con su aspecto desgarbado y quijotesco, Hugo Varela logra hacer reír con su sola presencia. A esta altura de su carrera, con 35 años de trajinar escenarios, ya cuenta con un público absolutamente incondicional, fiel, cómplice, que festeja sus mínimos gestos, su andar, sus miradas. Justa recompensa y, a la vez, un compromiso consigo mismo, para no defraudar. Es un maestro del "timing”, y no le asustan las pausas ni los silencios.
Establece una química inmediata con los espectadores, rompiendo el hielo y haciéndolos participar desde el vamos. Logra un clima de algarabía y lo mantiene junto a Lucas Varela y Tato Cayón -clowns, mimos y cantantes-, que aportan magia, teatro negro e ilusionismo al espectáculo, con gracia y frescura, haciendo volar al mismo Hugo Varela por los aires, con mucho donaire.
Un luthier desopilante
El plato fuerte son siempre los instrumentos estrambóticos que pergeña este luthier. En este caso, una mini-guitarra, un guitarrón, un híbrido guitarra-acordeón, una guitarra totalmente desarmable, un trombón a vara descabezable, una larguísima flauta a dos puntas (en dueto con su hijo). También reflexionará en sus cuecas, milongas, valsecitos, boleros, sobre "la penetración cultural” ("el colesterol apátrida”), el Big Bang y las explosiones que le siguieron (incluso las corporales), la "cocina moderna para las mujeres fáciles”, entre otros temas.
Ficha técnica
¡Hugo Varela Explosivo!, con la participación de Lucas Varela y Tato Cayón