Por Carlos Duguech
No existe un solo decreto de relevancia (le llaman “Orden ejecutiva” en EEUU) firmado por Donald Trump que no sea exhibido en el mismo momento en que estampa su firma en el libro de protocolos que muestra, casi desafiante, frente a las cámaras de TV y a la de los reporteros gráficos apiñados en el despacho de la Casa Blanca. Y el mundo ve las fotografías en los medios gráficos y en las pantallas televisivas: una descomunal firma llena de puntiagudos trazos y el rostro de un hombre que no se cansa de decir con gestos de desafiante ampulosidad que es el más poderoso. Y lo es, en verdad. Tiene un poder que abarca casi todas las áreas y, particularmente, cabalgando sobre bestias desafiantes (sus ideas). Desafiantes como su jinete. Muchos estudios grafológicos se hicieron sobre ese trueno que es la firma de Trump. Es de una “autoafirmación” continua a la par que demuestra una idea exagerada de sí mismo. No es pacífico ni el trazo ni el tamaño con el que estampa su firma: notoriamente “beligerante”. “Toda su vida es un ejercicio de una voluntad de hierro para hacer lo que quiere” expresa Jaime Martínez, experto del Instituto de Técnicas Psicografológicas de la Sociedad Española de Grafología. Independientemente del significado que le atribuyen los estudiosos de la grafología a los trazos con los que Trump concreta su voluntad de ordenar, conviene detenerse en otro aspecto de sus decisiones. En el significado de cada una de ellas estampadas en el libro que muestra desafiante y orgulloso a quien quiera verlo. Y en las decisiones de Estado que implica que EEUU abandona sus compromisos, cualesquiera fuesen y en cualquier tiempo o etapa. -El elaborado y ansiado acuerdo de los euromisiles Reagan-Gorbachov (1987) que decide abandonar unilateralmente Donald Trump hace dos años. -El retiro (2018) intempestivo y traicionero dispuesto por Trump para sus pares en el sensible y exitoso acuerdo con Irán por controlar su programa nuclear. Fue suscrito nada menos que por los cinco países miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU (EE.UU., China, Rusia, Francia, Gran Bretaña) más Alemania. -Retiro de EEUU (2019) del Acuerdo de París, por el cambio climático. -Retiro de la Unesco (2017) Abandono de la Organización Mundial para la Salud (OMS) -Durante la celebración en Londres de los 70 años de la OTAN, Trump decide irse antes de tiempo, enojado por supuestas burlas sobre sus modos de dar extensas conferencias de prensa. -Retiro de la cumbre del G7 (2018) sin firmar acuerdo final. Más todo lo que bien señala César Chelala en su artículo “Donald Trump y la psicología” (LA GACETA Literaria, 2/8/2020). Se desnuda este multimillonario arribado a la Casa Blanca hasta con sorpresa para los propios republicanos que, hoy, probablemente, no verán con tan malos ojos que Trump no consiga el segundo mandato en las elecciones de Noviembre. Preferirían que por preservar la “integridad republicana” de la que hacen gala, que un país con coronavirus lo conduzcan los demócratas. Para ellos gobernar hoy los Estados Unidos, es la piedra caliente que Trump no sabe y no quiere saber cómo manejar con sus torpes manos. Manos que dibujan, sin embargo, una firma que dice YO domino en un imperio donde nunca se pone el sol. Esto en política exterior. Tan convencido en su egolatría y narcicismo que bien puede ser su lema en la Casa Blanca, para los estadounidenses, aunque suena mejor en francés: L’État, c´est moi”.