Lucila Carzoglio y Salvador Marinaro publican de manera asidua crónicas periodísticas en revistas como Brando, Viva y en diarios como Clarín, La Nación y La Gaceta. Además, comandan, juntos, la revista Chop Suey, en cuyas páginas se encuentran crónicas, poemas, ensayos y reseña que trazan un puente entre Oriente y Occidente: tanto Lucila como Salvador residen desde hace unos años en China.
Ahora van a dictar un taller de crónica y esa ha sido la excusa ideal para charlar sobre este género híbrido.
1-¿Cómo se forma un cronista? Me imagino que se deben desarrollar herramientas no sólo para contar la realidad, sino también para captar esa realidad.
Al ser un género híbrido, la crónica tiene un proceso de aprendizaje que refleja la combinación de elementos que le dan forma. Como todo género, se aprende a través de lecturas y de práctica: haciendo borradores, leyéndolos en voz alta, tachando líneas, escuchando los aciertos de los otros y analizando textos que se consideran “magistrales”. A su vez, existen también una serie de herramientas que vienen del presupuesto de que la crónica es una “narración verdadera”. Eso significa que hay que ajustar una serie de procedimientos para ver la realidad: ajustar la mirada, captar detalles, definir los personajes y construir escena. Por supuesto, la formación de un cronista puede llevar años pero en el taller lo que buscamos es destacar los métodos grupales para aprender algo que es, de por sí, individual.
2-¿A quién va dirigido el taller?
A nuestros talleres en la Biblioteca Miguel de Cervantes de Shanghái suelen ir un grupo tan variado que en general nunca deja de sorprendernos. Cada uno de los asistentes tiene una historia de mudanzas y tránsito: una española que vive en Shanghái hace décadas, una mexicana casada con un italiano y enamorada de Hong Kong, una bióloga venezolana que estudió en Estados Unidos, un chico del interior de la Manchuria que estudió en Barcelona. Solo existe un impedimento para inscribirse en el taller: escribir y leer en español, pero no es necesario ser un hablante nativo. Eso lleva a una convivencia entre asiáticos e hispano hablantes, con conflictos, esquemas de valores, presupuestos culturales tan variados que vuelve único a cada grupo.
3-Ustedes dos también están dictando un taller de escritura creativa. ¿Qué diferencia la escritura de crónica con la de un texto ficcional?
El taller de escritura creativa busca incentivar el placer de la escritura, dar los primeros pasos y soltar la mano. En muchos casos, es necesario ir en contra de ciertos mitos que abundan sobre la práctica literaria, entre ellos, la idea de expresión o de expresividad. Crear algo con el lenguaje significa construir un artefacto, algo que está fuera de nosotros y que debe presentarse a los demás sin la presencia de su autor. Lo primero para quien escribe es reconocer un “deseo de exteriorizarse”, de construir un objeto externo y mostrarlo a los demás. Ese aprendizaje lleva su tiempo y no se da de un modo natural pero es fundamental para todo lo que viene después. Lo primero para quien escribe es reconocer que el texto es de otra persona y que, finalmente, está dedicado al lector. La escritura creativa tiene que ver con encontrar de donde vienen esas pulsiones, desarrollarlas y, de paso, reconocer algunas estrategias.
La crónica, en cambio, es un género que tiene sus normas y sus espacios de publicación. Esta diferencia básica hace que el taller esté orientado a reconocer los pasos que llevan desde la idea hasta la publicación del texto. Muchos de los asistentes son reincidentes, así que muchas veces podemos retomar algunas ideas de los cursos anteriores y reconocer ciertas temáticas que se repiten.
4-Han pasado algunos años desde que se pensaba que la crónica periodística conformaba el nuevo boom latinoamericano. ¿Cuál es la posición de la crónica, en estos momentos?
Creo que varias circunstancias confluyeron al llamado “boom” de la crónica latinoamericana digamos en las últimas dos décadas. Se trató de un momento en el que aparecieron una serie de autores muy brillantes (Leila Guerriero, Josefina Licitra, Gabriela Wiener), que a su vez reconocían a una serie de maestros previos (Carlos Monsivais, Pedro Lemebel, Martín Caparros). Es decir, construyeron una trama del presente y el pasado. También, se desarrollaron o llegaron a su punto más alto ciertos proyectos editoriales como Gatopardo, Etiqueta Negra o Anfibia. De alguna manera, ese periodo de auge entró en declive por la misma condición laboral y económica en la que la mayoría de los colegas se encuentran.
En los últimos años, se observa una consolidación del género, cuyo estatuto literario ya no es cuestionado (como podía serlo a fines de los noventa). También existe un público interesado en estar leyendo textos con calidad literaria y análisis en profundidad sobre los hechos del presente. Paradójicamente, se trata de un género que tiene más prestigio que recursos económicos (o protecciones legales) para producirse.
5-libros o crónicas que toda persona que se acerque al género debería leer.
1.Hiroshima de John Hershey.
2.Voces de Chernóbil de Svetlana Aleksiévich
3.Loco afán de Pedro Lemebel.
4.Retratos de Truman Capote.
5.Frutos extraños de Leila Guerriero.
Programa del taller.
Primera sesión: ¿Qué es una crónica?
La crónica es un género que surge por primera vez en Hispanoamérica y tiene una larga historia de cruces entre diversos continentes. Desde José Martí hasta Leila Guerriero, desde los cronistas de Indias hasta Gabriel García Márquez, en esta primera sesión se analizarán los autores clásicos buscando responder a la pregunta sobre cómo aplicar las herramientas de la ficción en nuestras historias.
Lecturas: “La crónica, ornitorrinco de la prosa” de Juan Villoro, fragmento de Relato de un náufrago de Gabriel García Márquez, “Mejor que real” de Jorge Carrión.
Segunda sesión: ¡Aquí hay una historia!
Como el cuento y la novela, la crónica no es la transcripción literal de una realidad exterior sino un recorte que le da sentido. A través de unas pocas escenas, se narra el pasado, presente y futuro de los personajes. El cronista debe estar atento a los relatos que descubren la verdad de los personajes, sus deseos y la historia colectiva.
Lecturas: Fragmento de Frutos extraños y Una historia sencilla de Leila Guerriero, Soldados de Salamina de Javier Cercas.
Tercera sesión: Entrenar la mirada
Leila Guerriero afirma que la mirada es un músculo que se ejercita leyendo; se podría agregar que se ejercita escribiendo y corrigiendo nuestros escritos. La primera tarea de un texto de no ficción es presentar un territorio y sus personajes, caracterizar el momento y lugar que se busca narrar.
Lecturas: “Las clases de Hebe Uhart” de Liliana Villanueva, crónicas de “De aquí para allá” de Hebe Uhart, crónicas de Diarios del Sahara de Sanmao.
Cuarta sesión: Escribir escena por escena
Tom Wolfe recomendaba escribir un relato escena por escena. La crónica, a diferencia de otros géneros que se publican en diarios y revistas, busca una narración que trasmite la textura del territorio, la realidad de los personajes, sus conflictos internos y externos. En ese caldo de cultivo, se construye la escena a través de las descripciones y los diálogos de los personajes. ¿Cómo entrecruzar cada uno de los elementos y dividirlos en episodios?
Lecturas: fragmentos de Lacrónica de Martín Caparrós, fragmento de No leer de Alejandro Zambra, “Historia de una conversión (sobre Vargas Llosa)” de Fernando Restrepo Pombo.