Que nadie espere revelaciones ni descubrimientos en “Nasha Natasha”. Tampoco un viaje a las profundidades emocionales y creativas de una artista. La película de Martín Sastre no pasa del prolijo registro documental de una gira (ensayos, viajes, hoteles, bambalinas) unido a una concepción hagiográfica de la figura que está retratando. Nada escapó, en ese sentido, a la coronación de Natalia Oreiro como una mujer sin fisuras, siempre positiva, amada y elogiada, madre sufriente cuando medio mundo la separa de su hijo. Un perfecto ser de luz que torna natural la adoración que le profesan en lugares tan lejanos como Rusia e Israel. Por eso, “Nasha Natasha” es un regalo exclusivo para fans, un algoritmo que refuerza su convicción de que Natalia Oreira es todo lo que siempre quisieron ser.
La amistad que une a Sastre con la artista uruguaya le dio acceso a la intimidad de una extensa gira en pleno invierno ruso. Lo que no sabemos es qué habrá quedado en la mesa edición. Si en algún momento de su vida Oreiro se frustra, se enoja o se harta de algo -como cualquier hijo de vecino- no lo sabemos. Al menos no en “Nasha Natasha”.
Sastre se esfuerza por responder lo que todos nos preguntamenos, incluso Oreiro: ¿por qué semejante furor por una popstar rioplatense en plena Siberia? Hay alusiones a “Muñeca brava”, la telenovela que explotó en todos los mercados, y a los hits que traccionaron a Oreiro en los rankings musicales. Pero hay algo más, profundo, intangible. De eso hablan familiares y amigos de Oreiro, sus compañeros de ruta, el propio Ricardo Mollo, su marido. La película viaja de Uruguay a Rusia a caballo de esa inquietud. Para los fans no hay tantas dudas. Es Natalia y punto.
DOCUMENTAL / POR NETFLIX
BUENO