Por Inés Páez de la Torre.-
Curiosamente, la fuente más antigua para disfrutar más y mejor del sexo no es la India -con su sexo tántrico y su Kamasutra, difundido hace alrededor de 1.600 años- sino la China, donde este tipo de enseñanzas se impartían hace ¡6.000 años! Y abarcaba también otra filosofía conocida como taoísmo.
Los estudiosos aseguran que hay evidencia suficiente para afirmar que China era una sociedad sexualmente más conciente de lo que hoy se consideran las cunas de la civilización. ¿Cuál es la característica más definida del sexo en las escrituras chinas? El placer orgásmico por sí mismo, sin ningún tipo de relación con la reproducción. Estaban tan influenciados por las sutilezas de las emociones del placer que la literatura casi no menciona el tema de la concepción.
En el famoso “Libro de las mutaciones”, el I Ching, que data del siglo XII a.C., se incluye una descripción con referencias al fuego y al agua para marcar la diferencia entre el orgasmo masculino y femenino (ya habían sido utilizadas por griegos y romanos): “el fuego enciende los sentimientos, pero estos se extinguen fácilmente con el agua. El agua demora más tiempo en calentarse cuando se la acerca al fuego, pero se enfría con lentitud”. Los chinos fueron de la idea de que las mujeres gozaban más que los hombres.
Ya 500 años antes de Cristo y varios cientos antes de la aparición del sexo tántrico hindú, los devotos del Tao (El camino) estudiaron la respuesta sexual del ser humano con una visión filosófica. Y descubrieron la manera en que un hombre puede desviar la energía a través de la médula espinal hacia el cerebro y volver a experimentarla muchas veces hasta finalizar con la eyaculación. Incluso sabían cómo retener el semen mientras se disfrutaba de varios orgasmos hasta la culminación del acto sexual.
Los seguidores del Tao eran eruditos esmerados en brindarle a la mujer la mayor cantidad de orgasmos posibles… No se trataba de altruismo: el yan o energía masculina, radicaba en el semen, es un elemento limitado y precioso (en la filosofía budista, eyacular sin razón se consideraba un desperdicio de energía espiritual). Al yin, la energía femenina, se la creía ilimitada y capaz de alimentar al yan masculino. Era muy recomendable darle al “juego previo” toda la importancia y, si el hombre podía mantenerse dentro de la mujer por un tiempo prolongado, tenía más posibilidades de aprovechar al máximo y absorber el yin. Desde esta perspectiva interesada, los chinos se dieron cuenta de que el orgasmo femenino era tan importante como el masculino. Algunos sabios creían que la descarga del yan resultaba esencial sólo en una circunstancia: la inseminación.
Si bien era, obviamente, una cultura machista, el concepto del yin/yan les dio a las mujeres la oportunidad de disfrutar del placer orgásmico. Tanto que Confucio opinaba que las esposas y las amantes tenían derechos sexuales y que el deber del hombre era satisfacerlas indiscriminadamente. Aunque también creía que con un acto sexual cada cinco días era suficiente.