De un lado de la cinta policial, un grupo de efectivos custodiaba la escena del crimen. De este lado de la cinta sólo había vecinos curiosos de barrio Puerto Argentino: hombres, mujeres (sobre todo mujeres) con sus hijos, algunas con bebés en brazo.
Los policías estaban ahí para custodiar que nadie intentara pasar: a unos treinta metros la policía científica recolectaba pruebas, junto al cadáver de una mujer.
Durante los primeros minutos ni siquiera se podía confirmar que se trataba del cuerpo de una mujer: la fiscal Luján Sodero explicó a la prensa que el cuerpo estaba boca abajo y los investigadores no lo podían mover aún. A metros, había unos bloques de cemento o piedras ensangrentadas. La información oficial, hasta las 14 era esa: un cuerpo sin vida, presuntamente de una mujer, en una escena que parecía violenta.
“Esto pasa por andar pelotudeando”
El operativo se llevaba en silencio, totalmente en paz: los vecinos miraban, pocos querían hablar. Hasta que un hombre se acercó, levantó la cinta policial y se presentó: “Yo soy el padre de la muerta”.
Un oficial se acercó para frenar su paso. El hombre tuvo que repetirse: “Yo soy el padre de la que dicen, es la muerta”. El oficial lo escuchó y le pidió al hombre que volviera detrás de la cinta. Allí lo esperaban su esposa, quizá sus hijos o nietos. A diferencia de estos familiares, el hombre no intentaba contener sus llantos. Él estaba furioso: “Esto pasa por andar pelotudeando”, dijo. Los retó a todos.
Recién entonces algunos vecinos tiraron la hipótesis de quién podía ser la chica muerta: Paola Ávila. Vivía a dos cuadras de ahí. Tenía 32 o 33 años. Tres hijos, el mayor de 14.
La fiscal Sodero se acercó a hablar con la familia. Quien escribe esta nota no pudo escuchar el diálogo, aunque es previsible: la fiscal les debe haber explicado por qué no podían pasar a la escena del crimen, también les debe haber dicho que aún no confirmaban la identidad de la víctima.
Para esa confirmación, habría que esperar una media hora: un investigador solicitó a dos vecinas que pasaran. Una de ellas tenía a una nenita en brazos y se la dejó al padre. Iban para identificar el cuerpo.
Segundos después de que ellas ingresaran, la madre de Paola no aguantó más la incertidumbre: cruzó corriendo la cinta, necesitaba saber si era o no su hija la que estaba ahí. La Policía logró frenarla.
Los otros familiares quedaron de este lado de la cinta, expectantes. Hasta que escucharon un grito de dolor. No les hizo falta más confirmación. El llanto se propagó. Se abrazaron. Alguien vomitó. Una de las jóvenes de la familia gritó: “una a una la vamos a hacer pagar”, dijo, observando hacia el lugar donde estaba el cuerpo. Sonó, al menos en el lugar, como una promesa dirigida a la muerta.
Hasta las 17 horas, ese dolor es la única confirmación sobre la identidad de la víctima.
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Comunicado oficial
La cautela de la Policía, es entendible. Hasta el momento, Fiscalía sólo emitió una comunicación oficial en la que dicen que en donde hallaron el cuerpo “existen aparentes signos de violencia” y que luego de la autopsia se conocerá en forma fehaciente la data y causa de muerte. El comunicado señala que “aún no se produjo la identificación de la fallecida”.
Conmoción en barrio Puerto Argentino: reconocieron el cuerpo de la mujer
Un barrio inseguro
Aunque está a cinco minutos de la sede oficial del gobierno de Salta, el barrio Puerto Argentino parece olvidado. El cemento, en muchas de sus calles, es precario, casi inexistente. En la zona donde fue hallado el cuerpo no hay cámaras de seguridad; donde podrían estar colocadas se pueden divisar, sin embargo, algunas zapatillas colgando de los cables del tendido eléctrico.
Los vecinos estaban reacios a hablar. Algunos recién se soltaron cuando interpretaron los llantos de la familia como la confirmación de que el cuerpo que estaba ahí tirado era el de Paola.
Una mujer dijo que ese lugar es muy inseguro. Que la policía pasa cada tanto, pero es inseguro. Que en ese descampado, donde apareció el cuerpo, se juntan patotas, y los jóvenes consumen alcohol y drogas. Efectivamente, algunas botellas tiradas sobre los yuyos sirven para respaldar lo que dicen los vecinos.
Otra persona mencionó a dos patotas: Puerto Argentino y 17 de Octubre. Dicen que siembran terror en el barrio y que es "tierra de nadie". Una vecina contó, azorada, que una vez su hijo denunció a una de estas patotas y después se cansaron de apedrearle la casa, sin que la policía hiciera nada.
“Es tierra de nadie”, fue una frase que se escuchó mucho.
Muchos de los curiosos empezaron a irse antes de que la policía científica retirara el cuerpo. Como si estuvieran acostumbrados. Como si lo que pasó fuera algo lógico. O como si la muerte de una mujer fuera un espectáculo más que, tras media hora, se había vuelto demasiado aburrido.