¡Vacaciones al fin! Las hemos esperado todo el año. Chicos y grandes. Ya empezamos a planear qué hacer y cómo disfrutarlas a pleno. Hasta que la voz de tu hijo adolescente aparece de repente: “no quiero irme con ustedes”, “¿me puedo quedar solo en casa?”, “me gustaría irme con mis amigos de viaje”. Estos son los tres planteos más comunes de los chicos cuando pasan la barrera de los 15 años. A esa edad empiezan a cambiar el chip. Y la cuestión se convierte en un verdadero dolor de cabeza para los padres. No saben qué responder. A qué edad se los puede dejar solos. Cómo hacer para que no corran riesgos. Hay que ponerles condiciones y pautas claras.
¿Qué hacer si quiere veranear con sus amigos?
Miranda, la hija mayor de Gabriela Molina (44 años, contadora) le planteó el año pasado que, como ya había terminado la secundaria, quería irse con sus amigas 15 días a la playa. “Antes ya había intentado que la dejara vacacionar en los Valles con sus compañeras, pero nunca le permití. Pero esa vez, a los 18 años, sentí que era el momento de ceder. La dejé ir, con un montón de condiciones. Viajó y la pasó genial; yo no pude dormir ni una noche hasta que volvió a casa”, recuerda la mamá.
La primera experiencia siempre es dura para los padres. Lejos de casa, sin la mirada familiar que protege, los adolescentes tendrán una prueba de fuego para cuidarse solos y ponerse sus propios límites.
¿A qué pueden ir de vacaciones solos con amigos? Según la psicoanalista Gabriela Abad, cada caso es particular. En general, opina que el tema plantea una paradoja: “es muy interesante desarrollar sus libertades, sus disfrutes y su capacidad para administrarlos, pero por otra parte nos sitúa en la pregunta sobre nuestra indelegable responsabilidad como padres, como adultos a cargo”.
“La ley fija la edad para votar, para ir preso, para casarse. Pero ¿la edad para viajar con amigos quién la determina?”, se pregunta. “Hay un concepto clave en todo esto que es la responsabilidad; la de los padres es inalienable, indelegable en tanto son los primeros que deben ponerse a pensar por qué deberían respaldar/permitir el viaje. No es una pregunta menor y las respuestas van desde porque ‘se lo merece’ hasta el infaltable ‘porque todos van’. En ambos casos es importante indagar desde dónde estamos tomando las decisiones. La publicidad y el mercado nos hacen creer qué es lo que merece la gente; en el caso de nuestros hijos son los viajes, los celulares, la Playstation y quizás lo que más se merecen son cuidados, escucha, charla, tiempo y sanciones y muchísimas veces un no rotundo. Y el famoso ‘porque todos van’ también nos interpela. Pero siempre hay que detenerse porque a nuestras decisiones importantes no las dejamos en manos de otros. Y nuestros hijos son inconmensurablemente importantes”, argumenta la especialista.
¿Cómo enfrentar los miedos?
Los temores que invaden a los padres que deben decidir si dejan a sus hijos solos (ya sea porque se quedan en casa o viajan con amigos) tienen que ver principalmente con las salidas nocturnas, el alcohol, las sustancias psicoactivas, las relaciones sexuales esporádicas y la resolución de problemas.
Lucas Haurigot Posse, piscólogo y director del IEPA (Instituto Especializado en las Problemáticas Actuales de los jóvenes) sostiene que existe un gran cambio en el funcionamiento familiar cuando los hijos ingresan a la edad adolescente. “Y parece que los tiempos se adelantan comparados con las experiencias de los padres. La OMS (Organización Mundial de la Salud) plantea que la adolescencia inicia a los 10 años, lo cual deja a los padres temerosos y perplejos por los planteos, cuestionamientos, razonamientos y opiniones que escuchamos de nuestros hijos”, remarca.
Según el profesional, es normal que el adolescente comience a preferir pasar más tiempo con sus amigos que con la familia; está definiendo su identidad y necesita de sus pares para hacerlo, tomando cierta distancia con la familia.
Con este crecimiento físico y psicológico que se presenta, es muy común que se plantee la idea de realizar viajes con los amigos, sin la familia o de querer quedarse en casa.
“Cuando esto sucede, los padres sentimos muchos temores por temas como el consumo de alcohol en forma desmedida, consumo de drogas, comportamientos sexuales… y no sabemos qué decir y cómo reaccionar. Considero que en este tipo de planteos por parte de los hijos debemos analizar bien la situación y tener en claro algunas cosas: la edad en que lo piden y cuál es el comportamiento del hijo en líneas generales, con quiénes viajan y el lugar de destino”, analiza.
“Todo a su debido tiempo. No es lo mismo a los 15 años que a los 20. No existe una edad estipulada para que los hijos viajen solos. Pero para hacerlo, los padres debemos evaluar si nuestro hijo posee un comportamiento acorde a su edad y si puede resolver situaciones con autonomía. Para tener este diagnóstico no se necesita formación en salud mental, solo se necesita conocer a nuestro hijo y saber si está en condiciones de ser autónomo”, evalúa.
Recomienda que a corta edad sería importante que realice viajes a lugares cercanos, con amigos conocidos por los padres y con una duración acotada. “Ya cuando el adolescente es más grande y posee una conducta que a los padres les de tranquilidad y confianza, el viaje puede ser más largo. Pero siempre con contacto frecuente con la familia a través de llamadas o mensajes”, resalta.
Los expertos recomiendan que no debemos ponernos ansiosos y llamarlos todo el tiempo, sino establecer previamente horarios para contactarse. Y respetarlos.
Abad sostiene que hay que hablar mucho con los hijos antes de que se vayan de viaje o se queden solos en casa. “Todo proyecto es siempre con condiciones, porque si todo está permitido invade la angustia y la impulsión. Por lo tanto, es imprescindible armar ciertos andariveles que demarquen lo prohibido y lo permitido. Trazar algunos mecanismos que nos permitan asegurarnos que las condiciones se cumplan y de esta forma acompañar a nuestros hijos en la construcción de legalidades que les permita transitar la vida de una manera en la que deseos, proyectos, diversión y responsabilidad puedan articularse”, concluye la psicoanalista.