El aumento en el precio de los alquileres, la suba de los impuestos y el hacinamiento en el que estaban viviendo llevaron a decenas de familias de la zona sudeste de la capital salteña a instalarse en un terreno ubicado entre el basural y una laguna.
Desde el domingo pasado más de 60 familias se instalaron en carpa en un terreno y permanecen allí con intenciones de quedarse “hasta que nos den solución”, afirma Leonel Terán, uno de los vecinos que se instaló allí.
A pocos metros del lugar se habían asentado a principios de año pero solo estuvieron un mes hasta que la Policía los desalojó. Ahora conviven con la amenaza de un nuevo desalojo y tienen consigna policial las 24 horas del día desde el momento en que se asentaron.
Foto LA GACETA
Los vecinos explican que desde la Fiscalía se dispuso la consigna y que en la comisaría les dijeron que los sacarían a la fuerza si llegaran más familias o si ocuparan una mayor extensión de tierra.
El día a día
Jóvenes, familias enteras, mujeres embarazadas y niños se encuentran en la zona que denominaron “Asentamiento La Laguna”.
Allí pernoctan bajo una inmensa carpa de plástico bajo la que pusieron otras carpas más chicas y colchones colocados arriba de maderas.
A la noche los hombres se turnan para “patrullar” la zona y evitar robos o situaciones de peligro.
También construyeron un improvisado baño comunitario y cocinan en una olla comunitaria usando leña.
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El viento, el agobiante calor, algunas lloviznas y el polvo de la tierra hacen difícil la estadía, pero las familias que allí se asentaron no tienen dónde ir.
Débora Acosta tiene 21 años y una pequeña hija de dos años. Es madre soltera y el único ingreso que tiene es la asignación universal, cuenta que no le alcanza para vivir.
“Solamente en pañales se me va casi todo”, relató la mujer. “La gente está necesitada, aquí hay muchas madres con chicos”, indicó Terán.
El problema habitacional
Muchos de los que se asentaron en el lugar alquilaban alguna pieza o vivían en situación de hacinamiento con otras familias.
Este es el caso de Luisa Padilla de 24 años. “Yo vivía con mi mamá y mis tres hermanos en dos piezas”, contó la joven y agregó: “estábamos amontonados porque yo tengo mi pareja y un hijo, el lugar nos quedó chico”.
Por su parte, Marisol López de 21 años vivía en barrio Solidaridad y por problemas de convivencia se tuvo que ir de la casa de su mamá. Decidió asentarse al lado de la laguna ante la necesidad de tener un lugar donde vivir.
Luisa Padilla junto a su pequeño hijo. Foto LA GACETA
Junto a su pequeño de dos años pasa sus días bajo una carpa y contó que se inscribió en el IPV para acceder a una vivienda pero no tiene resultados favorables ya que su pareja trabaja en negro.
“Queremos un pedazo de tierra, más por los chicos que por nosotros”, afirmó la joven.
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Un proyecto difícil de concretar
Gustavo Antonio Díaz vive hace cuatro años al lado de donde se asentaron las familias. Es él quien les provee de luz y agua.
Según contó el hombre pretende que el Estado le asigne tres hectáreas de tierra para llevar a cabo un “proyecto”.
Al hablar de su proyecto Díaz contó que quiere urbanizar la zona, construir una iglesia evangélica, un centro de acompañamiento para personas con adicciones, un CIC, un destacamento policial, entre otras cosas.
“No queremos que nuestros hijos sufran, no queremos que pasen frío o hambre, ellos son el futuro de Salta”, manifestó.