Un baño de cultura no es agua que corre sino agua que permanece, un manantial del que será posible beber cuando llegue la sequía. Ese capital espiritual e intelectual es el saldo del VIII Congreso Internacional de la Lengua Española que hizo de Córdoba capital de los hispanohablantes, título que retiene para la posteridad, como aseguró Francisco Javier Pérez, secretario general de la Asociación de Academias de la Lengua Española (Asale), en el acto de clausura. La inmersión en esa celebración del idioma salpica conclusiones, hallazgos e inquietudes que ninguna síntesis puede condensar. Fueron unos fastos diseñados con el espíritu juguetón de “Rayuela”, obra maestra de Julio Cortázar reeditada a propósito del Congreso.
Acento sospechoso
La diversidad y la variedad son las notas características del lenguaje de Cervantes: en esa heterogeneidad radica su vitalidad y su futuro, pero ella también entraña un núcleo de disidencias sostenido sobre la brecha histórica, política y económica inicial que representa el protagonismo de España. Da la impresión de que los lingüistas de las academias han desarrollado una capacidad para sobreponerse a esa desigualdad de origen, pero que los resquemores y las desconfianzas persisten en los círculos de los creadores, como si aún hubiese versiones del castellano de primera, de segunda y de tercera categoría. Llama la atención que se haya insistido tanto en la “interculturalidad” y en la importancia de los pueblos americanos. Si ese discurso es verdadero, ¿por qué acentuarlo y acentuarlo?
2. Español vs. castellano
Al menos dos oradores del país anfitrión, Mempo Giardinelli y Jorge Fondebrider, volvieron a protestar por la institucionalización del nombre español: según ambos, corresponde usar castellano. El escritor y el traductor adujeron que motivaciones de orden económico motivaban la preferencia por el vocablo que también sirve para designar a los naturales de España, país de Europa. La controversia ya había ocupado a Jorge Luis Borges en su tiempo y parecía saldada por el uso indistinto de los sustantivos en disputa, pero no: las palabras guerrean más que los soldados.
3. La mujer
Las voces feministas y femeninas tuvieron un sitio relevante en el foro, pese a que las mesas continúan dominadas por varones. Las oradoras siguen siendo minoría en una actividad organizada por instituciones que lideran hombres. En la base del Congreso la relación está invertida: las mujeres jóvenes llenaron los auditorios, y con su presencia obligaron a los disertantes a reparar en sus preocupaciones y reivindicaciones. Las derivaciones de la mesa de “Corrección política y lengua” son una prueba de aquello.
4. El lenguaje sintético
Tal vez pasó inadvertido en el remolino de actividades, pero en la primera jornada del foro un empresario formuló la invitación a regular el lenguaje de las máquinas, al que llamó “sintético”. José María Álvarez-Pallete, presidente de Telefónica, trazó un panorama escalofriante, que dejó de ser de ciencia ficción gracias a la revolución tecnológica del presente, al decir que la inteligencia artificial ya supera a los seres humanos en capacidad lectora y de traducción. “La inteligencia artificial escribe novelas y gana concursos literarios”, aseguró.
5. Sujeto y predicado
La capacidad de pensar, que hace a la capacidad de hablar y de escribir, necesita internalizar el funcionamiento de la gramática. Ignacio Bosque, eminencia de la filología, reiteró que las piezas que integran la base “sujeto-predicado” deben ser explicadas, y no solamente mencionadas y etiquetadas. “Es nuestro mayor reto. Cuando el maestro explica la estructura del corazón, el alumno imagina el suyo. No sucede lo mismo ante las oraciones subordinadas. Tenemos que conseguir que los estudiantes vean la lengua como parte de sí mismos”, manifestó el sabio.
6. Carcajadas didácticas
El Congreso de la Lengua es algo serio que se permite la risa. Punto a favor para desmitificar la idea de una academia almidonada, que siempre anda con expresión grave y circunspecta. Sí, casi todos los paneles desencadenaron risitas que contribuyeron a aliviar y a aligerar la densidad de las cosas, y a mantener la atención de la audiencia. Las carcajadas brotaron a borbotones, por usar un lugar común, cuando fallas en los equipos técnicos enredaron una presentación erudita sobre la tonada cordobesa: la ponente, resignada, también pasó el mal trago con una sonrisa. Ni qué decir cuando Marcos Mundstock, figura de Les Luthiers, propuso que “lo que canta un gallo” equivalga a “dos santiamenes” y a “cuatro periquetes”.
7. Calle adentro
Córdoba se ocupó de integrar a sus vecinos en el gran acontecimiento de los hablantes hispanoamericanos. El resultado de esa convocatoria estimulada por el ciclo paralelo “Festival de la Palabra” fue una ciudad sumergida en la rítmica de lengua, que añadió calor y color a la reunión de los especialistas. Los cordobeses aportaron lo suyo, desde la manzana jesuítica y la Universidad decana hasta el fernet y los alfajores, con orgullo y alegría. “Chapeau” para los comprovincianos de Leopoldo Lugones.
8. Gente apurada
Como no podía ser de otra forma para un programa tan comprimido y ambicioso, faltó tiempo. La escasez del bien más preciado llegó a cotas dramáticas el viernes, cuando los expositores no expusieron: corrieron casi literalmente. Abarcar mucho lleva, a veces, a espectáculos de velocidad que necesariamente afectan la calidad de los mensajes. Y por momentos resultó cómico ver cómo los ponentes disparaban mil palabras por minuto: toda una paradoja para un Congreso de la Lengua.
9. La lírica, esa estrella
La poesía en español -o castellano- vive un momento magnífico. Los españoles Luis García Montero, Joaquín Sabina, Elvira Sastre y Benjamín Prado se llevaron a casa los aplausos más largos del encuentro. Hay mucho que aprender de esta lección de irreverencia y de autenticidad, que certifica el cansancio de la no-ficción, o la más coloquial necesidad de superar las restricciones y miserias de la realidad.
10. Perdón y paz
La conquista y colonización de América es un capítulo inevitable: de ese parto doloroso proviene este español contaminado y transgresor, para ponerlo en los términos del nicaragüense Sergio Ramírez. Mario Vargas Llosa, impaciente con el presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador, exigió revisar lo que los pueblos americanos hicieron de sí mismos desde que consiguieron la autodeterminación. El Nobel peruano dijo que, más que exigir disculpas a las autoridades españolas actuales, los latinoamericanos debían pedirse perdón a sí mismos. El escritor Juan Villoro, compatriota de López Obrador, retomó esa línea de reflexión este sábado al afirmar que los hablantes de América recién iban a poder “mirarse a la cara” cuando cesaran los sojuzgamientos sobre “los otros todos que nosotros somos”, como llamó al prójimo el poeta Octavio Paz.