Desde ayer a la madrugada, la camiseta número 20 de Emanuel Ginóbili cuelga del techo del AT&T Center, en el estado de Texas. En realidad ya estaba colgada desde el jueves temprano, pero fue descubierta pasada la medianoche. Ahora que ya todo pasó, acaso esa musculosa ¿es lo único argentino que le queda a la NBA? No.
Pablo Prigioni, quien supo llegar a jugar en la mejor liga del mundo ya de veterano (Knicks, Rockets y Clippers), es actualmente uno de los entrenadores asistentes en Brooklyn Nets, uno de los equipos revelación de esta temporada. Parece pero no es poca cosa: se trata del primer argentino en integrar un cuerpo técnico en la NBA. Además, el trayecto en ese rubro es claro: algunos años como asistente y en un buen día, un contrato como entrenador en jefe.
Claro, el atractivo de ver un argentino en cancha no tiene comparación. Mucho más si se trata de uno como “Manu” que permitió que San Antonio sea una ciudad argentina por una noche. Antes del partido, sonó el himno nacional, Adrián Paenza comandó una especie de mesa panel con los integrantes de la Generación Dorada y jugadores de los Spurs como DeMar De Rozan (que ni siquiera llegó a ser compañero suyo) usaron zapatillas con la bandera argentina.
“Argentina hizo propias dos ciudades a través del deporte: una es Nápoles, por (Diego) Maradona. La otra es Barcelona, por (Lionel) Messi. La tercera es San Antonio”, dijo con razón Paenza.
¿Habrá otro argentino que pueda generar esto? No. ¿Habrá otros argentinos que jueguen en la NBA? Sí. Facundo Campazzo y Gabriel Deck tienen todo para hacerlo. Patricio Garino, Nicolás Brussino y Nicolás Laprovittola jugaron poco allí pero pueden volver. Hasta que eso suceda, la camiseta de “Manu” sigue y seguirá colgada.