Fe, paz y alivio: cinco historias que resumen la fiesta que se vivió en el cerro de la Virgen
Desde diferentes partes del país llegó una multitud de fieles para participar de la última celebración de este año. Conocé sus experiencias de fe.
“No voy a dejar de venir hasta que se me cierren los ojos” afirma con seguridad Cristina Gallardo, quien llegó nuevamente al Santuario de la Virgen del Cerro desde la ciudad jujeña de Perico.
Esta visita para honrar la advocación que se venera en nuestra ciudad, es la número 115 que realiza Cristina, quien recuerda que la primera vez que vino el lugar era muy diferente.
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“Antes veníamos caminando por medio del cerro, no había nada de todo esto” recuerda la mujer que ahora viene a pedir por un niño que está criando y que padece de leucemia. En una pequeña caja guarda las fotos de sus hijos, su marido –por quienes también viene a pedir- y de cada una de las personas que encomienda a la Virgen.
Un rosario y una cadenita de la Virgen del Valle también forman parte del contenido de la cajita de Cristina, que afirma estar “infinitamente agradecida con la Virgen”.
La historia de esta mujer es una de las más de 10000 que guardan cada de una las personas que llegaron desde todo el país para venerar a esta advocación que no cuenta con la aprobación absoluta de la Iglesia Católica.
Niños, bebés en brazos, parejas, familias enteras, jóvenes y ancianos llegan durante todo el día a la última celebración de este año que comienza con una multitudinaria misa y luego una amrcha de antorchas.
Al llegar al lugar de la celebración, varios niños y adolescentes en fila entregan estampitas y rosarios. “Están bendecidos por la Virgen” dicen a cada uno de los fieles que se acercan.
Eliana Trovato y Luis Crisanto vinieron desde Tucumán. “Es la primera vez que vengo a la fiesta pero ya había venido antes al cerro” comenta la joven.
Eliana comenta que llega para agradecerle a la Virgen “por el año que tuve” y al momento de explicar sus sensaciones expresa que “la Virgen tiene algo, algo que no se puede decir con palabras. Te llama, te atrae”.
Por su parte Diana Cerrizuela, que llegó desde General Pacheco, cuenta que “la fe nos trae, es una paz, una alegría”.
Ella llegó al cerro de la Virgen invitada por una amiga, hace diez años y cuenta que viene a Salta todas las veces que puede.
En sus oraciones siempre está presente uno de sus hijos, por quien le pide constantemente a la Virgen. En este sentido, Diana dice que llegar al Santuario es “un desahogo, un consuelo”.
Junto a ella, se encuentra Estela Valor, de Tigre, que tiene entre sus manos varios rosarios, que dejará colgados en los arboles del cerro.
Este gesto forma parte de un signo de agradecimiento para con la Virgen, ya que la mujer los hace bendecir y luego se los regala a personas enfermas. Y cuando mejoran los vuelve a traer y se los deja como ofrenda a la Virgen.
“La amo” es la expresión con la que Estela resume lo que vive cada vez que llega al cerro, como esta ocasión que vino a agradecer por la salud de su hija, que tuvo una mejoría en la enfermedad que padece.
Estela Aramayo también llega para agradecer a la Virgen por la salud de su marido. La mujer recuerda que la última vez que había venido al Santuario, su esposo estaba enfermo y tenían que operarlo. Pero luego de pedirle a la Virgen no hizo falta la intervención quirúrgica, por lo que Estela sostiene que fue un milagro.
Paz es la sensación que le queda a la devota mujer cada vez que llega a su tierra natal. Al menos cuatro veces al año Estela visita el cerro de la Virgen y tiene a su cargo una delegación que llega desde la Parroquia San José en San Isidro.
Si bien, cada fiel llega con su propia historia y trayendo a cuestas sus pedidos y agradecimientos, todos coinciden en que se sienten atraídos por la presencia de la Virgen.
Fe, paz, alivio, alegría son solo algunas de las sensaciones que los devotos de la Virgen del Cerro afirman que experimentan durante su visita y quizás esa mezcla de emociones es lo que los impulsa a volver todos los años.