Jacobo Langsner,el rumano que satirizó la argentinidad
La semana pasada, a los 93 años, falleció el creador de Esperando la carroza, película inolvidable para millones de espectadores que atesoran algunas de sus frases como latiguillos que grafican rasgos típicamente argentinos. Aquí se rescatan fragmentos de una entrevista con Langsner, complementados con expresiones actuales de la productora de Esperando… y un recorrido por la obra de este gran autor.
Por Ulises Rodríguez
PARA LA GACETA / CÓRDOBA
Vivía en Viamonte y Callao, en pleno bullicio del centro porteño. Dos veces por semana salía con una bolsa rumbo a la feria de frutas y verduras y buscaba las filas más largas. Allí se ubicaba, sin apuro, porque su único fin era escuchar las conversaciones de las señoras del barrio que luego le servirían de inspiración para los diálogos de sus obras de teatro.
Había llegado a Montevideo, Uruguay, desde su Rumania natal con apenas tres años. Corría 1930 y la selección de fútbol oriental se consagraba campeona de la primera Copa del Mundo pero al niño Langsner no le movía un pelo ese juego inventado por los ingleses.
- ¿Cómo fue que empezó a escribir obras de teatro?
- Creo que por aburrimiento. Me crié con cuatro hermanas que no me llevaban el apunte para jugar, los chicos del barrio jugaban todo el día a la pelota y como a mí no me gustaba el fútbol entonces me inventaba historias y las escribía. Empecé a ir al cine de niño y ese mundo que veía en las películas era parte de esas historias que me las imaginaba a mi modo y con mis personajes.
Jacobo Langsner respondía esta pregunta -a las apuradas- a la salida del Teatro Colón de Mar del Plata, en el año 2005, cuando en el Festival de Cine se realizó una función homenaje a Esperando la carroza a 20 años de su estreno. Ese día -como muy pocas veces en su vida- el dramaturgo subió al escenario junto a Alejandro Doria (director de la película), Diana Frey (productora del film) y las actrices Cecilia Rossetto y Lidia Catalano. En la sala -una de las más tradicionales de la ciudad- no cabía un alma. La función se vivió como un show en el que todo el público sabía lo que iba a pasar, se aplaudía con la aparición de los personajes en escena y se festejaban los chistes antes de que sucedieran. Tal era la emoción de la gente que se hacía dificultoso escuchar los diálogos (aunque la mayoría los sabía de memoria).
- ¿Qué le pasó al ver tanta gente enloquecida con Esperando la carroza a 20 años de su estreno?
-Sentimientos que van de la emoción a la vergüenza.
El autor de una de las películas emblemáticas del cine argentino sufrió críticas feroces cuando la obra teatral subió a escena en Uruguay, en 1962, y cuando se estrenó el film, el 6 de mayo de 1985, tampoco fueron benevolentes. El público apenas superó los 730.000 espectadores en tiempos donde ir al cine era una costumbre y a tan solo un mes después de que La historia oficial (Luis Puenzo) rozara los dos millones de asistentes.
Todo lo que sucedió después es un fenómeno que ni el mismo director, Alejandro Doria, pudo explicarse. “Va más allá de lo que uno haya o no haya podido hacer, no tiene que ver con el talento, con el trabajo ni con las ganas, es algo que ocurre sin que uno sepa muy bien por qué”.
En el medio, un litigio con el actor Antonio Gasalla por el uso del nombre de Mamá Cora cada vez que salía a escena vestido como la anciana de la película. “Le pedí que no lo hiciera o que me pagara los derechos porque el personaje es mío”, decía el autor a Infobae en 2008. En una mediación, en la entidad Argentores, se decidió que el actor podía seguir interpretando a “la Abuela” siempre y cuando no llevara el nombre de “Mamá Cora”.
Diana Frey, la productora de Esperando la carroza, cuenta a LA GACETA cómo fue el momento en que leyó la obra de Jacobo Langsner. “Cuando Alejandro (Doria) me dio Esperando la carroza para leerla me morí de risa, sentí que era un humor tan cercano a mí”.
Previo a Esperando la carroza, Frey produjo las obras de Langsner Darse cuenta (1984) y luego Sofía (1987), ambas dirigidas por Doria. “Jacobo era un personaje muy gracioso. Todas sus historias estaban basadas en pinceladas de sus vínculos de amistad y familias amigas, tal es así que en un momento me dijo ‘no me dejan entrar a ninguna casa más porque todos se ven reflejados con algo de lo que estoy contando’. Un tipo de una bondad extraordinaria y muy inocente”.
Entre las obras de teatro más notables que dejó Jacobo Langsner se destacan El hombre incompleto (1950), Los elegidos (1957), La barbacoa (1986), La máquina rota (1996) y la trilogía compuesta por El tobogán, El terremoto y La gotera (1970-1973).
En YouTube la versión original de Esperando la carroza está cargada varias veces y sus partes más graciosas aparecen subidas por distintos usuarios. En uno de ellos la película completa figura con 5.1 millones de vistas. La infinidad de veces que la pasaron por televisión y su reestreno en cine en 2012 -en versión remasterizada- hace que la obra de Jacobo Langsner se haya convertido en una parte de la identidad nacional en la que más de cuatro generaciones se saben diálogos como: “Tenían tres empanadas...”; “Yo hago ravioles, ella hace ravioles, yo hago puchero, ella hace puchero”; “¿Adónde está mi amiga?”, “No tenía cara de mayonesa” o “¡Son los zapatos de mamá!”.
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Ulises Rodríguez – Periodista y crítico de cine.