Cómo combatir en la escuela la discriminación de género

Miguel Santos Guerra, catedrático de la Universidad Complutense de Madrid, disertó en Yerba Buena, Tucumán.

13 Jul 2019
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EXPERTO ESPAÑOL. Miguel Ángel Santos Guerra, con el último libro que escribió entre sus manos. la gaceta / foto de josé nuno

TUCUMÁN.- “Cuando las niñas se han incorporado masivamente al sistema educativo, se ha podido comprobar que trabajan y rinden más que los niños. En nivel inicial, primaria, secundaria, universidad... Sería absurdo pensar que es una simple casualidad. Pero en un momento desaparecen y ya no están en el mismo número que los varones en el escenario de poder o en el mercado laboral, en los negocios o de la vida intelectual o académica de un país. ¿Dónde se han metido? Han caído en la falla sociológica del sexismo (la discriminación de género. Esto es lo que tenemos que superar, desde la escuela, para llegar a la familia y a la sociedad”, afirma el pedagogo y escritor español Miguel Ángel Santos Guerra. Invitado por la Dirección de Educación de la Municipalidad de Yerba Buena, a través de su directora, Victoria Desjardins, el autor de “Contra el sexismo. Textos y prácticas por la igualdad para la escuela y el aula”, su último libro, y “Un ramo de flores para los docentes del mundo”, dictó talleres para educadores. A continuación, la conversación que mantuvo con LA GACETA.

- ¿Cuándo ve usted la necesidad de erradicar la discriminación de género de la escuela?

- En 1984 publiqué un libro pionero, la primera experiencia que se contó en España sobre un proyecto de coeducación en una escuela. Se llamó “Coeducar en la escuela. Por una enseñanza no sexista y liberadora. Es el primer libro que apareció en España sobre estas cuestiones. Ya desde esa época este tema me quitaba el sueño. En primer lugar me parece una de las lacras más terribles que hay en la sociedad. En el año hay 60, 70 mujeres muertas pero hay que añadir las que están enterradas en vida y las que están discriminadas, las que están sojuzgadas, las que no tienen oportunidades. Me parece un terrorismo que afecta a nuestras hijas, esposas y mujeres de toda sociedad democrática.

- ¿Cómo se erradica la discriminación?

- Cada vez que aparece la muerte de una mujer, viene el escándalo, el reproche, el dolor... y yo siempre me pregunto: ¿dónde están las fuentes del sexismo? Por qué siguen manando estos manantiales el agua envenenada que produce estos resultados. La raíces están en el lenguaje, en las religiones androcéntricas, en cada organización que dice que la mujer no puede llegar al poder. Esto es terrible por las condiciones que genera. Menores expectativas de éxito en la vida de las mujeres, más dificultades para acceder a los logros, que el fracaso se produzca no por ser incompetente sino por el hecho de ser mujer. La sociedad tiene que combatir las formas discriminatorias en las costumbres, en la moral, en los derechos, en la familia y en la escuela.

- ¿Cómo llevamos esto a la escuela?

- Algunos dicen que la escuela es para enseñar matemática o geografía, pero yo me pregunto qué dirían esos mismos padres si los profesores vieran cómo los compañeros de su hija abusan de ella, y esos profesores no hacen nada; dicen nosotros no tenemos nada que ver, nosotros somos de matemática o de geografía. Pienso que la escuela es, sobre todo, de valores y no puede dar la espalda a estos temas. La escuela tiene que analizar sus pautas sexistas para poder combatirlas. Para ello debe erradicar la práctica discriminatoria del lenguaje, de los textos, de las imágenes y de las historias que se cuentan. Muchos de estos comportamientos, además, son estructurales de la escuela.

- ¿En qué sentido la institución educativa es sexista?

- Coordiné un libro que se llama “El harem pedagógico. Perspectiva de género en la institución escolar”. Allí se plantea que en las instituciones hay un director varón y el resto son mujeres. Cuando un ministro fracasa decimos que es imbécil, pero si ella fracasa se debe a que es mujer. Esto está en las arterias de la sociedad. A veces los mecanismos de la discriminación se hacen tan sutiles que hace falta un análisis muy fino para detectarlo. Por ejemplo, cuando a la mujer se le dice que puede trabajar fuera de casa, muchas lo que consiguen en realidad es un doble trabajo. Vuelven a casa a seguir trabajando, han caído en una trampa. Y no hay mayor opresión que aquella en la que el oprimido mete en su cabeza los esquemas del opresor, cuando la mujer dice: la naturaleza es así. Cuando no es capaz de tener una actitud de rechazo al sometimiento o a la discriminación.

- ¿En qué medida su posición es feminista?

- Yo soy feminista, pienso que todos deberíamos serlo. Los hombres deberíamos ser feministas, porque es la lucha por la igualdad entre hombres y mujeres. Aunque hay muchos estereotipos que entienden que las feministas son mujeres radicales; en España se habla de las feminazis, que es un intento perverso de destruir una causa noble y justa como es la igualdad. En realidad, la causa de la liberación de las mujeres la tienen que llevar las mujeres. Pero los hombres no podemos quedar al margen porque nosotros tenemos que corregir pautas de discriminación contra la mujer. Sería como si los blancos dijesen a mí no me importa la discriminación hacia los negros. Primero tendríamos que dejar de ser racistas, pero también ayudar a que los negros tengan igualdad de condiciones. Todo esto debemos hacerlo, sobre todo, desde la educación.

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