Películas, fotos y obras que parodian al propio arte
Abundan los falsos documentales, la ironía y el sarcasmo. “Anónimo metateatral”, de Gigena.
Si películas como “El artista” o “Mi obra maestra”, del creativo trío Gastón Duprat (director), Mariano Cohn (productor) y Andrés Duprat (guionista) indagaban con cierto humor el mundo del arte contemporáneo (en especial los tips del mercado), no dejaban de mostrar a León Ferrari, Alberto Laiseca, Rodolfo Fogwill y Horacio González. Y en la segunda, protagonizada por Guillermo Francella y Luis Brandoni, había pinturas de Carlos Gorriarena, una obra de Tulio de Sagastizábal y una serie de Eduardo Stupía.
Son filmes que funcionan como autorretrato de la escena, con humor y, desde ese lugar, comentan y opinan al respecto.
En una escena, el personaje de Brandoni ingresa a la galería y dispara contra su propia pintura (en una expresa cita de una obra de Oscar Bony, 1998; fotografía enmarcada bajo vidrios agujereados por disparos de pistola). En otra, hay chanzas contra un elegante crítico de arte, muy snob, de los que recorren Palermo; pero el propio Brandoni le dirá después a una pupila: “no soy crítico para saber qué está bien o qué esta mal”.
Al arte le gusta hablar del arte, todo un dato para comprender lo que se hace por estos días: citar, ironizar, parodiar y en oportunidades, con mucho sarcasmo, asociarse a discursos distintos.
“Pablito clavó un clavito”, de Pablo Guiot, que recientemente ganó el premio del Salón de Tucumán, es una obra que habla del mismo arte, una especialidad del conceptualismo. A pocos metros de ella, en el Museo Timoteo Navarro, “Primer premio”, de Marx Bauzá, reflexiona sobre “cuán importantes son los premios para la legitimación de un artista”. Hace una década, Lucrecia Lionti creó “Tips para el arte contemporáneo”, en el que reunía nombres de artistas famosos, términos filosóficos y citas, escritas en papeles diferentes. La carga irónica del trabajo permitía reflexionar sobre algunos clichés.
Vanguardia
Igualmente, en el género (¿?) del llamado “falso documental”, Tucumán es una vanguardia.
“Socket” (de Patricio García) fue presentada como “falso documental”: trata en tono de comedia un violento deporte que se practica en las terrazas tucumanas, una batalla con medias usadas como armas. “Ruido marrón” (del mismo García, 2006), fue mostrada como “un falso documental institucional sobre un falso Tucumán”, pero se constituyó en un retrato de esta ciudad. A tal punto que el curador, Rodrigo Alonso, la seleccionó para la muestra “¿Qué ves? Una mirada sobre la colección del Museo”, que se inauguró el año pasado.
Mucho de ese falso documental y como parodia de las telenovelas trasladó luego, junto a Rosalba Mirabella, a la serie de televisión “Muñecos del destino”, en sus dos temporadas.
“Anacondas” es también un falso documental en tono de comedia rodado por Manuel Soria. Su director cuenta que se trata de una serie de entrevistas a un grupo de hombres que nacieron con una patología elefantiásica.
En este género, Álvaro Simón Padrós había realizado “Redondo beach”, junto a David Cohen y a Gonzalo Martínez. Y en esa larga lista se ubican “Somos trilladores”, una película escrita, producida y dirigida por Benjamín Padrós y Juan Cruz García Hamilton.
En 2006 Santiago Giralt, Camila Toker y Tamae Garateguy dirigió “UPA!”, que es el acrónimo de “Una Película Argentina”, y que de eso se trata, de un filme nacional que cuenta cómo se hace, cómo viven y qué problemas se le plantea a un grupo de personas que intenta hacer un determinado tipo de películas en nuestro país. La Competencia Argentina de la edición 2007 del Bafici tuvo a “UPA!” como ganadora. Luego, en “UPA 2, el regreso” (2015), el trío de directores plantea una mirada corrosiva, ingeniosa y con mucho amor sobre el propio Bafici.
En el escenario
En las artes escénicas, “Anónimo metateatral” (estrenado en 2010), de Pablo Gigena, se constituyó en una parodia sobre otra parodia, en el que la lucha constante entre el autor y el director, y entre este con los actores y hasta el mismo técnico, generan escenas jocosas, dignas de una comedia inteligente. El autor toute-puissance, ausente, habla desde las didascalias. La obra habla sobre ella misma, pero en tiempo real, simultáneamente.