Francia, un campeón de película
"Les Bleus" se unieron al club de los bicampeones al vencer 4-2 a Croacia en una final que tuvo todo: goles, polémicas, invasión de campo y hasta diluvio.
ABAJO Y ADENTRO. Griezmann descoloca a Subasic y convierte el 2-1 con el penal que Pitana cobró tras revertir su decisión por el VAR. El sistema de vi
Un gol en contra, una intervención decisiva del VAR, un arquero que intenta una gambeta en su área, cuatro aficionados que saltan al césped y seis goles: todo eso y más ocurrió en la final del Mundial de fútbol de Rusia, un partido gobernado por la locura y aderezado por los rayos y truenos que caían del cielo de Moscú.
Pragmática, efectiva, afortunada. Podrán ponerse muchos adjetivos a la selección francesa, pero nadie podrá discutir seriamente que es una justa campeona después de su victoria ante Croacia por un electrizante 4-2 en la final.
Hay que retroceder hasta 1958 para ver una final del Mundial con tantos goles. Pero desde luego que hace 60 años, en aquel 5-2 de Brasil sobre Suecia, el fútbol no era lo que es. Ni había VAR, ni hinchas invadiendo la cancha.
La final vio incluso a Emmanuel Macron, el presidente de Francia, saltar como un loco en el palco de autoridades con los goles de “Les Bleus”. Minutos después estaba sobre un escenario que habían construido encima del césped. Y empezó a caer una tromba de agua. Como al principio sólo había un paragüas, fue a tapar al más importante, a Vladimir Putin, el presidente de Rusia. Macron acabó empapado, al igual que su homóloga croata, Kolinda Grabar-Kitarovic, y el titular de FIFA, Gianni Infantino.
La lluvia empezó a mezclarse con los fuegos artificiales. No era fácil distinguir el humo del manto de agua. Todo era confuso hasta para Antoine Griezmann. “¡No sé dónde estoy!”, lanzó el delantero.
Después de que ambos equipos se tantearan en los primeros instantes arrancó la locura. Griezmann se tiró al césped y engañó al árbitro, que pitó falta. La lanzó el delantero de Atlético de Madrid y Mario Mandzukic la peinó hacia su arco. Justo el hombre que había clasificado a Croacia a la final. “Es el primero en defender”, había dicho el sábado su seleccionador, Zlatko Dalic. Paradoja: fue el primer gol en contra en la final de un Mundial.
Tras el empate de Ivan Perisic, el VAR hizo su aparición en una final mundialista. El árbitro Néstor Pitana señaló penal por mano de Perisic tras consultar la pantalla. El balón llevaba parado cuatro minutos cuando Griezmann marcó el 2-1. Ya se habían visto los primeros rayos y los truenos retumbaban en el Luzhniki.
Poco después de que volvieran del túnel de vestuarios tras el descanso, los jugadores tuvieron que detenerse porque cuatro personas interrumpieron la final al salir al césped. Vestían pantalón negro y camisa blanca y fueron sacados enseguida por las fuerzas de seguridad. El grupo de activistas Pussy Riot se atribuyó la acción.
Por si eso fuera poco, Kylian Mbappé se convirtió en el futbolista más joven en marcar en una final mundialista desde el mismísimo Pelé en 1958. Anotó con un disparo desde fuera del área y mostró su enorme sonrisa de niño. Diecinueve años y 207 días tiene la joven perla francesa, figura en el 4-3 que significó la eliminación de Argentina. Ese gol sentenció la final porque era el 4-1, pero el portero Hugo Lloris se encargó de dar algo más de emoción al intentar un regate en su área. No fue la mejor idea porque Mandzukic estaba ahí, interceptó el balón y marcó el 4-2.
Una vez más, Francia no necesitó el balón para celebrar. El equipo de Didier Deschamps tuvo el 39 por ciento del balón con el 61 por ciento de su rival y completó menos de la mitad de los pases que su rival.
La final de locos fue el epílogo a un Mundial que tenía reservado el mejor “show” para el último partido. Nadie olvidará esta final.